JAVIER SIERRA | Esta fotografĆa fue tomada hace exactamente veinte aƱos. Y no en un lugar cualquiera. La lente nos inmortalizĆ³ junto a uno de los accesos a las oficinas federales que existĆan en las Torres Gemelas, en pleno corazĆ³n financiero de Nueva York. Enrique de Vicente y yo estĆ”bamos allĆ por culpa de una curiosa circunstancia. Aquel enero de 1996 yo ya habĆa decidido dejar la redacciĆ³n de la revista āAƱo Ceroā, en la que habĆa trabajado como Jefe de Reporteros, y estaba a punto de incorporarme como subdirector en la redacciĆ³n de la revista de la competencia, āMĆ”s AllĆ”ā. Enrique era entonces director de la primera. Yo le habĆa ayudado a fundarla seis aƱos antes. Mis vĆnculos con su proyecto eran fuertes y acabĆ”bamos de atravesar la āedad de oroā de la revista ocupĆ”ndonos del escĆ”ndalo de la falsa pelĆcula de las autopsias de Roswell dando una exclusiva tras otra. Pero justo en aquella ācimaā ambos comprendimos que nuestros caminos profesionales tenĆan que separarse, y decidimos celebrar ese divorcio con un viaje a la ciudad de los rascacielos.
Los grandes momentos deben subrayarse con grandes gestos. Es algo que los dos sabĆamos. Y por eso estĆ”bamos allĆ.
Aquel fue un invierno frĆo. Recuerdo que visitamos el Metropolitan Museum of Art y a la salida compramos unos perritos calientes para impedir que nuestras manos se congelaran. Husmeamos en varias librerĆas importantes en busca de las Ćŗltimas novedades sobre los temas que nos apasionaban e incluso nos acercamos al discreto chalĆ© en el que tiene su sede el Museo de Nicholas Roerich, no lejos del mĆtico Museo de Ciencias Naturales. Pero de todas las visitas y entrevistas de aquellos dĆas la que nunca olvidarĆamos fue la que precediĆ³ a esta foto.
La foto que aquĆ comparto ha estado durante estos veinte aƱos en mi estudio.
Hoy la miro y veo intactas nuestras aspiraciones, nuestra curiosidad y nuestras ganas de saber.[/quote_right]HacĆa solo unos meses que la Fuerza AĆ©rea de los Estados Unidos habĆa publicado un monumental informe en el que desclasificaba documentos secretos que āen su opiniĆ³n- aclaraban definitivamente quĆ© sucediĆ³ en Roswell, Nuevo MĆ©xico, en 1947. El texto, un tomazo de casi mil pĆ”ginas, de la envergadura de las pĆ”ginas amarillas de Nueva York, se titulada The Roswell Report: Fact vs. Fiction in the New Mexico Desert, y sĆ³lo podĆa adquirirse en alguna de las oficinas federales que el gobierno tenĆa en todo el paĆs. Nosotros ya conocĆamos su contenido. El Gobierno de Bill Clinton trataba de convencer entonces a la opiniĆ³n pĆŗblica de que el ovni caĆdo en Roswell fue en realidad un globo meteorolĆ³gico creado para colocar un micrĆ³fono en la alta atmĆ³sfera para āescucharā supuestas explosiones nucleares en la UniĆ³n SoviĆ©tica. AhĆ se hablĆ³ por primera vez del Proyecto Mogul. Y del globo nĆŗmero 4. LĆ”stima que su explicaciĆ³n fuera tan endeble que sus propios documentos reconocĆan que aquel cuarto globo Mogul habĆa sido llevado por el viento en direcciĆ³n contraria a Roswellā¦ y que nunca fue recuperado.
Sea como fuere, nosotros necesitĆ”bamos hacernos con ese texto y traĆ©rnoslo a EspaƱa. Era nuestra obligaciĆ³n.
Pero hay que aclarar algo mĆ”s. En 1996 Internet estaba en mantillas. El comercio electrĆ³nico era insignificante. No existĆa Amazon. Las webs de la Ć©poca eran muy rudimentarias y si querĆas acceder a un texto oficial de esa envergadura tenĆas que ir a recogerlo personalmente.
Enrique y yo acudimos, pues, al Ćŗnico lugar de Nueva York donde se vendĆa e, impresionados por la solemnidad de las Torres, nos tomamos algunas fotos junto a sus sĆmbolos mĆ”s representativos. QuĆ© poco podĆamos imaginarnos que justo ese emplazamiento terminarĆa inspirando la nueva mentalidad conspiranĆ³ica mundial cinco aƱos mĆ”s tarde. O que Roswell ocuparĆa un puesto de honor en la creencia global de que el gobierno mĆ”s poderoso del planeta lleva desde la II Guerra Mundial ocultĆ”ndonos secretos con cierto regusto cĆ³smico.
La foto que aquĆ comparto ha estado durante estos veinte aƱos en mi estudio. Ha visto cĆ³mo aquel remoto libro que escribĆ al calor de esos dĆas de ovnis, Roswell. Secreto de Estado, fue superado por novelas y ensayos de marcado cariz histĆ³rico en los que he buscado la raĆz de los grandes enigmas. Hoy, dos dĆ©cadas exactas mĆ”s tarde, la miro en su marco de madera y todavĆa veo intactas nuestras aspiraciones, nuestra curiosidad y nuestras ganas de saber. Y buena prueba de ello es que este domingo Enrique y yo volvemos a sentarnos en una mesa āesta vez, la de Cuarto Milenioā para hablar de aquel āviejoā misterio de los No Identificados. Volvemos a evocar a Roswell, los secretos de Estado, las declaraciones presidenciales con intencionalidades que van mĆ”s allĆ” de la polĆtica exterior clĆ”sicaā¦ En definitiva, volvemos a aquella trinchera en la que ambos compartimos EL MISTERIO.
Y es que, como dice el famoso tango de Gardel Volver, veinte aƱos no es nada.
Via: NAVE DEL MISTERIO