La prueba de la pirámide

De la sombra de las grandes pirámides de Giza al templo más sagrado del sur del país, Abydos. El lugar de enterramiento de los primeros faraones y también el escenario de una de las historias de reencarnación más sorprendentes que se conocen: la de Omm Seti.

…No me ibais a creer. Eso es lo que Napoleón Bonaparte repitió una y otra vez después de salir de la Gran Pirámide tras su misteriosa pernocta. Emergió del monumento profundamente transformado, con una visión que lo llevaría a cambiar el mundo.

Fue la noche del 12 al 13 de agosto de 1799 cuando Napoleón Bonaparte decidió quedarse a solas, en total oscuridad, en el corazón de la Gran Pirámide. Aunque nunca contó qué le sucedió, Javier Sierra lo imaginó para su novela “La pirámide inmortal”… y para este momento.

El hombre que mejor conoce las pirámides y que fuera incluso Ministro de Antigüedades de Egipto admite por primera vez ante una cámara haber pasado sus noches dentro de la Gran Pirámide meditando en busca de respuestas a sus problemas.

Profanada por los árabes en el siglo X, la Gran Pirámide llevaba siglos sin ser explorada por nadie. Sencillamente, a nadie interesaba perderse en sus galerías resbaladizas, malolientes y oscuras para no conseguir ningún tesoro. Pero Bonaparte desoyó ese criterio… y entró.

En el Instituto Francés de Arqueología Oriental (IFAO) se conservan muchos de los documentos que generaron los 167 sabios de todas las disciplinas que acompañaron a Bonaparte a su conquista, militar e intelectual, de Egipto.

Probablemente la respuesta a este interrogante haya que buscarla en las lecturas de juventud del joven Bonaparte. Su pasión por héroes clásicos como Alejandro y Julio César, señores también de Egipto, cimentó en él un hechizo egipcio inevitable.

Más de dos de millones de bloques de piedra, de unas dos toneladas de media cada una, configuran las cifras más superficiales del mayor monumento construido por el ser humano hasta la Era Moderna.

En ningún lugar del mundo una civilización levantó moles de este tamaño para acompañar a sus faraones hasta el “otro mundo”. Todavía hoy seguimos percibiendo su irresistible magnetismo.