Tras ser publicada en 23 países y merecer algunos premios literarios internacionales, mi primera novela -La dama azul (Planeta, 1998)- llega por fin a Japón. A primera vista tal vez pueda parecer extraño que un país en el que apenas un 0,5% de la población se declara católico pueda tener interés en la vida de una mística soriana del siglo XVII. Sin embargo, mis editores y mis traductores en el País del Sol Naciente intuyen que los hechos inexplicables que narro en ella y que hicieron famosa a sor María de Jesús de Ágreda (1602-1665) en España, van ahora a fascinar a los nipones.
“Aunque tenemos la impresión de que el interés de los japoneses en la espiritualidad cristiana no es muy profundo, están muy familiarizados con conceptos como bilocación o teleportación”, explica Shige Suwa, responsable de mi obra en el país asiático. “Actualmente hay incluso personas que tienen esas capacidades en el Japón moderno”.
El asunto, por exótico, merece toda una explicación.
Contra el extendido cliché occidental de que Japón es un país volcado en la tecnología, un superfabricante de coches y ordenadores apegado a lo tangible y poco amigo de los claroscuros de la mística y sus fenómenos, lo cierto es que pocos lugares del mundo atesoran tanto patrimonio espiritual. Allí la religión más extendida es el sintoísmo. Algo más de un 80% de la población se declara afín a ella y se muestra devota de los kami, “espíritus”, “fuerzas” o “divinidades” que habitan cualquier rincón de la Naturaleza. Sus practicantes ven normal que el “otro mundo” y este convivan, y no es infrecuente escuchar conversaciones sobre el yôkai (妖怪), lo sobrenatural, en cualquier sobremesa. Pero la religión no es la única responsable de ese hábito. También la literatura tiene su parte, en buena medida gracias a la arraigada tradición de los kaidan (怪談) o relatos del más allá, célebres desde el periodo Edo (s. XVII-XIX). Los fantasmas, las apariciones, las voces de ultratumba o los elegidos que son capaces de entender a los kami sobreviven hoy gracias a la cultura de los manga o a una cinematografía sembrada de terrores y sombras.
<img class=»alignright size-medium» src=»http://www.javiersierra.com/img/portadas/700/lda051.jpg» width=»300″ />
Hace solo tres años, la película de Mari Asato Bairokêshon (バイロケーション, Bilocación), puso de moda en el país asiático un concepto tan propio de la mística cristiana como el de “estar en dos lugares a la vez”. Contaba la historia de una muchacha que de repente se veía enfrentada a las acciones de una doble suya responsable de varios crímenes. La mitología japonesa dispone de un término propio para ese tipo de sucesos en los que el “alma” de una persona se separa de su cuerpo y se deja ver en otro lugar. Es el ikiryo (生霊). Pero Asato decidió no beber del folklore propio y recurrió a una palabra extranjera para su largometraje. Inspirada en la novela homónima de Haruka Hojo, la cinta recibió buenas críticas y abrió con toda normalidad un debate público sobre un fenómeno que en occidente se asocia sobre todo a sor María de Jesús de Ágreda.
Las bilocaciones de la madre Ágreda a Nuevo México, Arizona y Texas en la primera mitad del siglo XVII son de las más estudiadas de la mística cristiana y, sin embargo, resultan todavía muy desconocidas en Japón. Aunque su libro Mística Ciudad de Dios fue también traducido al japonés hace poco –es uno de los casi veinte idiomas en los que ya puede leerse-, su circulación todavía es testimonial. Tampoco se conocen demasiado las bilocaciones de su contemporáneo san Martín de Porres (1579-1639), y eso que este dominico se “duplicó” entre su convento en Lima y el archipiélago nipón, dicen que para animar a sus correligionarios a extender la fe cristiana en sus territorios. ‘Fray Escoba’, como lo conocían entonces, justificó sus viajes sobrenaturales al otro extremo del mundo diciendo que “si Jesucristo multiplicó los panes y los peces, ¿por qué no podría multiplicarme a mí también?”
Que las bilocaciones de la madre Ágreda o de san Martín de Porres no se conozcan entre los fans del manga, los anime o las películas de ciencia ficción se debe, con certeza, a la falta de textos literarios en japonés que hablen de ellos. Y eso que, para Yanagita Kunio los relatos de bilocados no son en absoluto ajenos a su cultura. Para este importante etnólogo, autor del ensayo Mitos populares de Japón (Quaterni, 2013), la región de Tohoku al norte de la isla de Honshu ha sido escenario recurrente para esta clase de sucesos. Quizá el más llamativo sea el que protagonizó un pescador de Funakoshi que un día, regresando a altas horas de la madrugada a casa, tuvo un extraño tropiezo con una “doble”. Lo que vio en realidad fue a una mujer sola, ensimismada, que contemplaba un riachuelo en un recodo al que llamaban las cuarenta y ocho cuestas. Al acercarse a ella se dio cuenta con estupor de que era su propia esposa… Pero algo lo hizo recelar. Nunca supo explicar qué fue. Lo cierto es que enseguida comprendió que su mujer no podía estar allí y que aquella dama tenía que ser un fantasma. Un yurei. Aterrorizado se acercó a ella, sacó el cuchillo que llevaba encima para limpiar el pescado, y la apuñaló.
Yanagita Kunio cuenta que el pescador regresó a casa corriendo y se encontró a su mujer despierta, viva pero descompuesta. “He tenido un sueño espantoso”, le dijo. “Había salido a buscarte porque tardabas mucho en volver y en un sendero de la montaña, alguien al que no vi me atacó. Pensé que iba a matarme… y entonces desperté”.
También en el budismo esotérico que aún se practica en Japón –en especial en los ochenta y ocho templos del llamado Shikoku Henro, una suerte de Camino de Santiago local-, se habla a veces de bilocados. Allí se trabaja una técnica para lograr el desdoblamiento que pertenece a las enseñanzas dzogchen o de Gran Perfección. Las practican de tarde en tarde monjes budistas de la escuela vajrayana y al parecer pueden llegar a transferir la conciencia de un individuo a lugares remotos. Y también su cuerpo.
La historia de las bilocaciones de sor María de Jesús llega, en definitiva, a un terreno fértil en el que no han de faltarle referentes locales antiguos y modernos para ser comprendida. Pero lo que la hará valiosa allí es que, a diferencia de muchos kaidan locales como el del pescador, la que les propongo leer en La dama azul es una crónica con nombres y apellidos históricos, fechas, indagaciones oficiales y una amplísima literatura que la apoya. Y eso, en esta clase de asuntos, es de un valor extraordinario.