En 1975 Paolo Dal Poggetto, director del Museo Medici de Florencia, descubrió por casualidad durante unas obras de restauración en la Basílica de San Lorenzo de la ciudad toscana una trampilla, casi escondida, con unas largas y estrechas escaleras que llevaban a una pequeña habitación subterránea vacía. Durante un tiempo la estancia había servido como trastero pero desde hacía años nadie había vuelto a poner un pie en ella. Dal Poggetto, movido por una intuición, ordenó entonces retirar el yeso que cubría las paredes de la sala.
Para su sorpresa, debajo de la espesa capa salieron a la luz una decena de dibujos realizados en carboncillo y tiza. A pesar de no tener firma alguna, Dal Poggetto no tuvo ninguna duda: tras esos trazos, algunos sin concluir, se encontraba la mano inconfundible de Miguel Ángel.
Desde entonces tan sólo unos pocos privilegiados han podido acceder a la llamada habitación secreta del genio del Renacimiento. En 2014, coincidiendo con el 450 aniversario de su muerte, el museo inauguró la visita virtual interactiva de la sala. Las dificultades para acceder a la estancia hacían difícil que este tesoro durante tanto tiempo sepultado pudiera ser abierto al público de otra manera. Hasta ahora. En 2020 el refugio del artista florentino abrirá sus puertas, según anunció Paola d’Agostino, directora del Museo Nacional del Bargello.
¿Pero por qué el artista preferido de los Papas habría tenido que esconderse? Según sostiene Dal Poggetto y otros expertos de su obra, Miguel Ángel tenía muy buenas razones para querer desaparecer de la faz de la Tierra. Al menos durante un tiempo. En 1527 los florentinos aprovecharon el caos que se había instalado en la península tras el saqueo de Carlos I en Roma y restablecieron la República de Florencia. La familia Medici y toda su corte, incluido el Papa Clemente VII y el cardenal Silvio Passerini, huyeron a Venecia. Miguel Ángel, que entonces ya gozaba de gran prestigio, abandonó su trabajo en la capilla fúnebre de los Medici para apoyar a la República y colaborar en las obras de fortificación de la ciudad.
Pero el exilio duró poco. La República cayó tras un largo asedio y los Medici regresaron a Florencia. Era el verano de 1530. Durante el asedio Buonarroti, temiendo represalias por su apoyo a los rebeldes y antes de abandonar la ciudad, se refugió durante tres meses en esta pequeña habitación situada justo debajo de la Capilla de los Medici en la Basílica de San Lorenzo, para huir de la vendetta de los Medici por haberlos traicionado apoyando la revuelta popular.
En este minúsculo espacio de apenas siete metros por dos con una única ventana al exterior, el artista habría pasado el tiempo reproduciendo a carboncillo dibujos con los temas más dispares, como la cabeza del Laocoonte, que un joven Miguel Ángel había estudiado a principios del siglo XVI en Roma, detalles del David, que se había convertido en el símbolo de los republicanos de Florencia, o de las esculturas de la Sacristía Nueva. E incluso hay quienes sostienen que uno de los bocetos es un autorretrato del artista.
No todos los expertos en la obra del artista están convencidos de que los dibujos plasmados en estas paredes lleven la firma de Miguel Ángel. Entre quienes ponen en duda la autenticidad de que esas figuras hayan sido concebidas por el gran creador figura William Wallace, profesor de la Washington University de San Luis y uno de los más afirmados estudiosos del Buonarroti. Este experto asegura que es poco probable que Miguel Ángel pasara tanto tiempo escondido en la habitación y dice que los dibujos podrían haber sido realizados durante las obras de construcción de la Sacristía Nueva.
Para otros estudiosos, sin embargo, la similitud entre algunas de las figuras plasmadas en las paredes de esa habitación secreta con otras reproducidas en el techo de la Capilla Sixtina no dejan lugar a dudas, luego su atribución a Miguel Ángel no tendría duda.
Fuente: EL MUNDO