En mayo de 1991, mucho antes de que los grandes medios de comunicación o las productoras cinematográficas de Hollywood se acordaran del "caso Roswell", Javier Sierra visitó esa remota ciudad de Nuevo México -hoy tenida por la "capital mundial de los OVNIs"- con la intención de reconstruir qué fue lo que allí ocurrió en julio de 1947.
Según la escasa información que se poseía entonces, una aeronave no identificada se estrelló a las afueras del Rancho Foster, a unos 70 kilómetros de la base aérea de Roswell. Fragmentos de aquel vehículo fueron recogidos por William MacBrazel, un granjero local, y llevados a las oficinas del sheriff de la ciudad, despertando el inmediato interés de los militares. La base aérea de Roswell albergaba entonces al 509 escuadrón de bombarderos, el único preparado para lanzar bombas atómicas, por lo que los servicios de inteligencia de aquellas instalaciones se hicieron cargo rápidamente del asunto. Aquellos hombres, a los que nunca se les habían dado instrucciones para mantener una operación así en secreto, hicieron público un comunicado de prensa en el que anunciaron haber recuperado por fin los restos de uno de esos "platillos volantes" de los que hablaban los periódicos en aquellos días.
La reacción fue inmediata: medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de la sensacional noticia, aunque horas después los máximos responsables de la Defensa norteamericana se esforzaron por desmentirlo y echar tierra al asunto argumentando que todo había sido una lamentable confusión, y que sus hombres habían confundido un "disco volante" con un "globo meteorológico". El resto, ya es historia. Los "platillos volantes" serían clasificados ese mismo verano como "alto secreto"; se crearían las primeras comisiones gubernamentales para investigar discretamente este tema y se estudiarían estrategias de "desinformación" de la opinión pública por parte de la todopoderosa CIA para desacreditar cualquier interés serio civil por los OVNIs.
Hablar del "caso Roswell" es, por tanto, hablar de la génesis del misterio de los No Identificados. Y, por extensión, también del origen de la reservada actitud de los militares occidentales por esta clase de incursiones aéreas no controladas.
Fue este panorama el que, sin duda, atrapó el interés de Javier Sierra, que regresó a Roswell en dos ocasiones más para completar su investigación. Pero algo ocurrió que obligó al autor de "Roswell. Secreto de Estado" a publicar en un libro sus pesquisas. Sucedió en el verano de 1995. Aquel año, a punto de cumplirse el 50 aniversario del incidente del "platillo" de Nuevo México y cerca también de la esperada desclasificación total de los archivos oficiales de este caso, las televisiones de todo el planeta emitieron las imágenes de la presunta autopsia a un cadáver extraterrestre perteneciente a uno de los supuestos pilotos del OVNI de Roswell. La noticia corrió como la pólvora. Su impacto no sólo se limitó a los informativos, sino que producciones cinematográficas de la época como "La Roca", "Independence Day" o la serie "Expediente X", llegaron a citar el caso con frecuencia en sus diálogos.
Sierra, como demuestra este libro, sospechó de la existencia de una elaborada estrategia de intoxicación del caso, al estilo de las diseñadas por la CIA en los años cincuenta. Por muchos esfuerzos que hizo, y que le obligaron a viajar al Reino Unido, a Italia y a EE.UU., le fue imposible entrevistarse con el militar que rodó aquella autopsia. Es más, hasta llegó a dudar que existieran los rollos de 16 mm. de 1947 en los que supuestamente se filmó. Pero lo grotesco del caso fue que ante tamaño vacío informativo, el 24 de junio de 1997 el Pentágono convocó una rueda de prensa para ratificar su hipótesis de que el OVNI de Roswell fue un "globo meteorológico" y los "extraterrestres" unos meros muñecos de pruebas ("dummies") empleados en operaciones secretas del Ejército en aquel remoto desierto de Nuevo México. Jamás, por supuesto, desclasificó su archivo.
"Roswell. Secreto de Estado" recoge, con el ritmo de los thriller de acción a los que después nos acostumbrará su autor, todos estos acontecimientos y abunda en la certeza de su autor de que tras el "caso Roswell" se esconde uno de los accidentes más secretos, extraños y ocultados de la reciente historia de los Estados Unidos.