La leyenda del Santo Grial tiene su origen en los artistas del románico que pintaron los ábsides de ocho iglesias del pirineo catalán, entre ellos el mundialmente famoso pantocrátor de San Clemente de Taüll, que se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).
Así lo sugiere el escritor Javier Sierra en «El fuego invisible», novela ganadora del Premio Planeta 2017, que anoche, en una visita al MNAC acompañado por un grupo de periodistas, aseguró que, cuando se rastrean las fuentes de esta leyenda, «uno tiene forzosamente que concluir que fueron artistas en la península ibérica, en tierras de los pirineos catalanes, los que inventaron el grial».
Según el autor, las primeras pistas que apuntan al origen en tierras catalanas del mito del grial -el cuenco o copa usado por Jesucristo en la Última Cena- se pueden encontrar en la etimología del término: «Pensamos que es algo que nace en Francia, pero la realidad es que ‘grial’ es una palabra rara en el idioma francés».
En cambio, en algunos testamentos de más de mil años de antigüedad que se encontraron en el entorno de la Seu d’Urgell, en el pirineo leridano, se utiliza la palabra «grazal» para referirse a una especie de vajilla.
En muchas de las pinturas románicas del MNAC se repite la figura del «grazal», que se muestra siempre en manos de una figura femenina (presumiblemente la Virgen María) y del que emanan rayos de luz, lo que sugiere que se trata de un objeto sagrado y que coincide con la descripción que hizo en 1180 Chrétien de Troyes, que fue el primer autor en mencionarlo, en su obra «El cuento del grial».
«Estamos hablando de algo que ya se pinta más o menos en el año 1090 y no es hasta 1180 cuando aparece el primer relato sobre el grial», resalta Sierra, para quien se trata de un evidente anacronismo.
En «El fuego invisible» es precisamente esta pista la que hace que el protagonista, el investigador David Salas, viaje a Barcelona para descifrar el misterio de estos ‘griales’ que se muestran repetidamente en ocho iglesias de un área concreta de 250 kilómetros cuadrados en los pirineos, la única en donde ha aparecido pintado este objeto sagrado.
El investigador Salas se centra sobre todo en la principal pintura del arte románico, el pantocrátor de Taüll, que Sierra considera como «la pieza angular de la novela» y donde la leyenda y la realidad empiezan a cruzarse de forma más visible.
«La leyenda dice que el grial es preservado por San Pedro y de ahí va pasando de papa en papa durante los primeros siglos», ha relatado Sierra, quien precisa que en la iglesia de San Clemente de Taüll se llevaron en 1123, como refleja una inscripción que aún se conserva en el MNAC, las reliquias del papa San Cornelio.
Este detalle sorprendió a Sierra cuando investigaba hechos históricos para crear su novela, pues no entendía cómo «en una remotísima iglesia de los pirineos y en un sitio de poca importancia estratégica se traen de repente las reliquias de un papa».
La respuesta podría estar en la leyenda de San Lorenzo, a quien el papa Sixto III supuestamente entregó el grial para que lo escondiera. San Lorenzo lo habría enviado a Huesca, donde vivían sus padres, y desde ahí vagaría por varios lugares, entre los que se encontraría esta comarca de los pirineos catalanes.
El significado del Santo Grial seguirá siendo una incógnita. Aún así, en «El fuego invisible» Sierra hace visibles estas y otras pistas para intentar esclarecer el origen de la leyenda de esta reliquia que ha sido objeto de enormes debates a lo largo de la historia.
«En mis novelas no solo busco conmover, sino también mover al lector para que se sume a la aventura de descubrir estos misterios. Por eso intento remitirme siempre a obras de arte que sean accesibles, pues un museo es una colección infinita de historias que no han terminado de contarse», concluye Javier Sierra.