Tras meses de desmentidos y debates científicos que apenas han trascendido a la opinión pública, el pasado 12 de septiembre la NASA –a través de la versión electrónica de la revista Science– admitía que su sonda Voyager 1, lanzada en 1977, se ha convertido en el primer artefacto de manufactura humana que abandona nuestro Sistema Solar.
A 19.000 millones de kilómetros de nosotros, los instrumentos de este ingenio de la era de las tarjetas perforadas llevan tiempo captando partículas energéticas que no son de origen solar, sino estelar. Ésa ha sido la prueba que los científicos de la NASA han estado comprobando durante meses y lo que les ha obligado a demorar su anuncio hasta la semana pasada. Y es que, al parecer, la “frontera” entre la zona de influencia de nuestro Sol y el gran y desconocido vacío cósmico pudo haberla cruzado la Voyager 1 ¡el 25 de agosto del año pasado!
Ed Stone, el director del programa Voyager, ha sido el más entusiasta de los interlocutores de NASA a la hora de valorar este hito, comparándolo incluso con eventos como el primer viaje de circunnavegación del mundo o la llegada del hombre a la Luna. “Ahora que tenemos datos nuevos, pensamos que este es el salto histórico de la humanidad al espacio interestelar”, ha declarado.
El caso es que a Stone no le falta razón. La nave Voyager –la misma que lleva atornillada en su fuselaje un disco metálico con saludos, imágenes y sonidos de la Tierra para una eventual civilización alienígena- es el ingenio de nuestra civilización que ha llegado más lejos, dejando atrás nuestra “célula madre” cósmica. Ha recorrido ya 125 veces la distancia que separa la Tierra del Sol, y nos lo cuenta a diario, a través de la antena receptora DSS-63 de la estación de Robledo de Chavela (Madrid), gracias a un transmisor del tiempo de Jimmy Carter alimentado por una batería de plutonio que se agotará en el año 2025.
Lo triste es que esta noticia, que debería llenarnos de cierto orgullo como especie y tendría que haber ocupado las portadas de los periódicos y los avances informativos de las televisiones de todo el planeta, ha pasado prácticamente desapercibida. Signo evidente de cómo a nuestra especie aún le cuesta alzar la mirada al cielo…