Recorrer un museo en horas nocturnas tiene algo de fantasía infantil, advierte Javier Sierra. El autor de «El fuego invisible», novela ganadora del Planeta, nos cita en el MNAC. Objetivo: encontrar en los frescos románicos el fulgor del Grial.
Corría 1907 cuando los miembros del Institut d’Estudis Catalans emprendieron la «Misión Arqueológica-jurídica en la raya de Aragón» para hacer inventario del patrimonio románico. Que los restauradores italianos arrancaran las pinturas y se las llevaran a Barcelona le parece a Sierra una medida conveniente para evitar la rapiña de los ávidos coleccionistas yanquis. El Museu Nacional d’Art de Catalunya -en la época republicana Museu d’Art de Catalunya, lo de la N fue imposición pujolista- alberga hoy las joyas pictóricas de ocho iglesias asentadas en un reducido espacio del Pirineo catalán…
Sierra quiere «conmover» a sus lectores con una literatura que, según sus palabras, «bascula entre la fascinación y el temor». Pretende, también, «mover» a la interrogación. El escritor nos provoca y los cristos románicos nos contemplan: «¿Puede explicarse que unos pintores concentraran tantas obras en un enclave alejado del Camino de Santiago?», Señala el Apocalipsis de San Juan: el Cristo justiciero preside un friso con los apóstoles y una Virgen que sujeta con la mano envuelta un objeto… ¿sagrado?
En el Pantócrator de Sant Pere del Burgal -evocado también por Jaume Cabré en «Jo confesso»- Sierra reclama nuestra atención: otra Virgen sostiene «no se sabe qué». Podría ser un «grazal»: en lengua provenzal, escudilla, cuenco o taza pequeña sin asas para tomar sopas o líquidos. «Graal» en francés antiguo… El escritor va más allá: ¿Y si esos rayos que irradia ese objeto al parecer sagrado e intocable, sostenido por una Virgen con los labios sellados, no fuera el… Grial. Chretien de Troyes lo describió en 1180, pero estas pinturas son de setenta años antes…
Con la materia de Bretaña hemos topado, pero estamos en la Vall de Bohí. “Grial es una palabra rara en Flandes pero no en Occitania”, añade Sierra. En el ábside de Santa Maria de Ginestar, el «grazal» adquiere forma de copa. «No irradia rayos pero su color es blanco luminoso…». ¿El Grial?
Estamos ante la pieza que enorgullece y prestigia al MNAC: Sant Climent de Taüll. Albores del siglo XII: el maestro de Taüll pinta y escribe en latín visigótico que la iglesia fue consagrada el 10 de diciembre de 1123 por San Ramón, obispo de Barbastro, en honor del mártir San Clemente… «Es el primer Papa de la Iglesia después de San Pedro. Según la leyenda, el Grial pasó de San Pedro a los sucesivos papas. ¿Las reliquias de un Papa en un rincón del Pirineo?». Miramos embobados el ábside: «Yo soy la luz del mundo». La Virgen con la copa luminosa bajo los pies ensangrentados de Cristo.
Sierra echa más leña al fuego mítico: «Una leyenda de Huesca habla de la llegada del Grial. Lo recibió San Lorenzo, diácono de Sixto II, para protegerlo de los romanos». La franja catalano-aragonesa, otra vez. En 1907 se halló en Santa Maria de Taüll un conjunto escultórico que había sido ocultado tras un retablo… Vírgenes talladas en madera nos rodean: sus manos sostienen la intrigante copa: «La misma iconografía, solo en esas ocho iglesias del Pirineo. El Grial, asunto catalán», concluye Sierra.
El escritor ha conseguido lo que quería. El secreto de su éxito -lo hizo en «La cena secreta» o «El maestro del Prado», ahora con «El fuego inivisble»- es que obras de arte accesibles al público deparen un viaje iniciático. Lo dicho: conmover y mover al lector. Ahora mismo, el Grial está en Montjuïc.
Fuente: ABC