Una vez confirmada la existencia de las “abejas zombies”, los estudiosos de este extraño comportamiento han decidido investigar el porqué de este fenómeno y sobre todo, las peculiaridades de su comportamiento marcándolas con micro rastreadores de radio.
Cuando una abeja es infectada por los gusanos parásitos de las moscas de la escotilla, los insectos abandonan su colmena durante la noche y se agrupan en torno a luces para moverse en círculos cada vez más erráticos y finalmente perecer.
La duda comienza ahora ¿Realmente la abeja es controlada por el parasito que la lleva a cometer el suicidio, o este se ve provocado por el propio insecto para proteger a su colmena de una infección generalizada? El equipo de John Hafrnik, de la San Francisco State University está investigando este fenómeno.
Hafernik descubrió por casualidad las abejas zombi año pasado mientras buscaba insectos muertos para alimentar a los de su laboratorio. Cuando recogió un puñado de abejas muertas en torno a una farola, se percató de la existencia de larvas en los cadáveres.
Tras esto, Hafernik y sus compañeros comenzaron a pegar pequeñas etiquetas de identificación por radiofrecuencia a 500 abejas infectadas.
Las abejas entran y salen de su colmena a través de un pequeño tubo equipado con escáneres laser que registran los movimientos de los insectos, sabiendo si regresan o no. Los investigadores esperan averiguar si las abejas infectadas abandonan la colmena exclusivamente de noche, un momento en que las estas no suelen alejarse de ella. Si es así, podría ser un indicio de que los parásitos controlan la mente de sus victimas.
Este estudio también podría ayudar a los investigadores en sus estudios a la hora de descifrar el misterio del “colapso de las colonias” un fenómeno que hace que las abejas abandonen sus colmenas y que ha devastado numerosas poblaciones de estos animales en los últimos años.
«Creemos que existe una posibilidad muy remota de que estos parásitos sean la causa principal del desorden del colapso de colonias», dijo Hafernik. Pero su estudio «podría ofrecer indicios sobre el mecanismo que hay detrás de abandono».
Fuente: National Geographic