Los templarios han ocupado y siguen siendo el tema principal de historias y novelas sobre la Edad Media. Es posible que sean los personajes que más hayan despertado la imaginación de los ávidos lectores de historias medievales, y como consecuencia de la literatura, el cine se ha ocupado repetidamente de agitar la imaginación de pequeños y grandes sobre estos misteriosos caballeros defensores del cristianismo y enemigos acérrimos de los mahometanos. Sirvan como ejemplo novelas como «El Señor de Bembibre», «El caballero templario» o «El último templario».
VÍCTOR VIANA – CAMBADOS El poder de los templarios llegó a ser tan grande que históricamente han hecho sombra a las otras órdenes religioso-militares, como la de Calatrava, Santiago, Malta y Hospitalarios. Solo la temida Orden de los Caballeros Teutónicos le hizo sombra sobre todo en el norte de Europa.
¿Por qué y cuándo nació esta novelesca orden? Hay que regresar a las Cruzadas como causa de su origen, al ser fundada por Hugo de Poyens entre los años 1118 y 1119, con el nombre original de «Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón». Nació con la idea principal de proteger la vida de los cristianos que peregrinaban o se asentaban en Tierra Santa como consecuencia de las conocidas Cruzadas.
Tras ser aprobada por el Papa en el año 1129 en el Concilio de Troyes, su reconocido valor hizo que se extendiera rápidamente no solo por Tierra Santa, sino por toda Europa, principalmente por Francia, Alemania, Reino Unido, España y Portugal, lugares donde luchó y recibió dinero y bienes que convirtieron a la orden en un emporio empresarial, que necesitó un complejo sistema financiero cual si fuera un banco al estilo actual.
Su inmensa fortuna atrajo la envidia de Reyes y Papas, hasta el extremo de conseguir la desaparición de la orden para apoderarse de sus bienes. Su inmenso poder fue a la postre el origen de su hundimiento.
Fue el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, el que inició la conjura contra la orden para apoderarse de su fortuna, consiguiendo del Papa Clemente V el comienzo de un proceso contra los caballeros templarios por «herejía, sodomía y adoración de ídolos paganos», y aunque el Papa quiso convencer en 1306 al último gran maestre, Jacques de Moloy, de que la orden se aviniese prácticamente a ceder sus bienes, solo el encarcelamiento y aniquilamiento de su estructura consiguió rendirles. Finalmente, en 1311 el Papado decretó la disolución de la orden y su gran maestre fue quemado en marzo de 1314, a las puertas de Notre Dame de París.
El historiador de los Templarios en Galicia, Carlos Pereira, comenta que la orden se estableció en la actual provincia de Pontevedra en lo que se llamó la «bailía de Coia», de la cual dependían posesiones de la orden en las comarcas de Tui, Pontevedra, O Salnés y su entorno. En esta última, señala bienes de todo tipo en Caldas y Sanxenxo, aunque es de suponer que también los poseía en otras zonas de la extensa comarca.
El historiador Xosé Lois Vila Fariña comenta en un trabajo sobre Meis la probable existencia de posesiones de la orden en San Lourenzo de Nogueira. Ya concretamente sobre Cambados, Manuel Murguía admite la posibilidad del establecimiento de la orden en lo que hoy conforma este municipio, y de la misma opinión es el historiador franciscano Jacobo de Castro.
Aunque el historiador Isidro García opina que las posesiones de Cambados no pertenecían a los Templarios y sí a la Orden del Santo Sepulcro (Las encomiendas gallegas de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén) y lo mismo se puede leer en la «Executoria del pleito sobre el puerto de Cambados y coto de Nogueira entre la religión de San Juan, conde y condesa de Fuentes. Año 1608», el notable estudioso de O Salnés, Caamaño Bournacell, insiste en que estos bienes señalados pertenecieron a la Orden del Temple.
Dice concretamente que «por lo que a Cambados se refiere, por los estudios que llevamos hechos, podemos afirmar que, de las tres mencionadas órdenes (Temple, Santo Sepulcro y San Juan de Jerusalén), la primera que enseñoreó su parva geografía fue la del Temple, probablemente en los linderos de la mitad del siglo XII, y que la causa de su señorío y dominio ha de relacionarse tanto con la fertilidad y riqueza de esta comarca como por ser punto estratégico de la defensa costera contra las incursiones de normandos y piratas, que asolaban esta parte del litoral galaico, amenazando en sus incursiones la ruta de Compostela.
Fueron estas las circunstancias que motivaron el levantamiento de la torre de San Saturnino, en el islote llamado entonces de la higuera y la concesión del puerto de Santo Tomé, además de la primitiva villa de Cambados, a la precitada Orden del Temple, poseedora de extensos dominios y señoríos de Galicia, que posteriormente habían de pasar en su mayoría a la de San Juan de Jerusalén».
Junto con otros historiadores, Caamaño Bournacell opina que la Orden del Temple poseía también tierras en las feligresías de Santa María de Paradela, San Martín y San Salvador de Meis, San Juan de Romay, San Félix de Lois, o el monasterio y coto de Nogueira. Termina su relato acerca de los templarios en Cambados diciendo que «en el hechizo mágico de la villa de Cambados hay, pues, una realidad pretérita, que hoy es presencia histórico-sentimental en nuestro recuerdo: aquel momento en que la Orden del Temple adquiere su dominio y señorío o aquel otro en que, al perderlo, tuerce su rumbo histórico hacia un destino de incierta valoración».
Es posible que nuevas investigaciones avalen o no los estudios de Bournacell, pero no cabe duda que los las viejas torres y casonas de Cambados invitan a soñar en el poderío del Temple sobre estas viejas feligresías.
Fuente: FARO DE VIGO