Una novela de Javier Sierra que navega por las extrañas aguas de los fenómenos místicos, las mal llamadas casualidades y la existencia de una extraña “quinta columna” que controla nuestro mundo desde dentro.
Javier Sierra es un periodista de investigación que ha recorrido ya medio mundo en busca de respuestas a algunos de los grandes enigmas que rodean a la humanidad. A pesar de haber estudiado a fondo culturas tan dispares como el antiguo Egipto o los poco conocidos pueblos andinos de Perú y Bolivia, pocos misterios le han cautivado tanto como el de la “Dama Azul”.
Rigurosamente histórico, este misterio nos traslada a la época en que los primeros misioneros españoles en América deciden conquistar para la fe cristiana territorios que hoy corresponden a Nuevo México, Arizona y Texas. En 1598 -hace ya más de 400 años-, llegaron las primeras avanzadillas de españoles a esas remotas regiones, aunque no será hasta 1629 que semejantes expediciones se organizarán de forma sistemática, buscando objetivos concretos.
Una de esas expediciones, encabezada por un monje franciscano llamado fray Esteban de Perea, se encontró con algo que no esperaba: diversas tribus de indios asentadas a lo largo del Río Grande conocían ya las “verdades de la fe” sin haber visto nunca antes a un europeo. Según ellos, una extraña mujer refulgente, a la que vieron descender de los cielos y a quien llamaron la “Dama Azul”, les instruyó no sólo sobre la existencia de Jesucristo, sino que les previno de la inminente llegada de hombres blancos a sus territorios. El resultado de aquellas apariciones se refleja claramente en los libros de historia: en un tiempo récord, los franciscanos bautizaron a 80.000 indios en aquella región, mientras que en el resto de los territorios indios del suroeste de los actuales Estados Unidos no visitados por la “Dama Azul”, esas cifras se redujeron a la mínima expresión.
“En realidad, fue un milagro que me embarcara en una investigación tan compleja como esta”, comenta Javier Sierra cuando recuerda cómo se implicó en la elaboración de La Dama Azul. Su trabajo con este caso comenzó en 1991, cuando después de mencionar de pasada en un reportaje suyo el caso de una monja del siglo XVII que disfrutaba del don de la bilocación -esto es, la capacidad de estar en dos lugares a la vez-, terminó dándose de bruces con el pueblo donde nació esta religiosa... que la Santa Inquisición identificó en 1630 con la “Dama Azul” que vieron los indios de Nuevo México. “El caso me atrapó de inmediato -confiesa ahora-. Lo tenía todo: pruebas físicas, informes redactados para el rey Felipe IV sobre las bilocaciones de sor María Jesús de Ágreda a Nuevo México y hasta indicios históricos abundantes que permitían suponer que aquella monja no fue la primera en visitar América en ese peculiar estado de desdoblamiento. Pero sobre todo, me hechizó el modo aparentemente casual que me llevó al caso”.
En efecto. Sor María Jesús de Ágreda (1602-1665) fue sólo una de las muchas religiosas de clausura de las que se dijo que fueron capaces de desdoblarse y visitar lugares lejanos para evangelizar. Sor Luisa de la Ascensión -más conocida como la “monja de Carrión”- o Santa Rosa de Lima fueron contemporáneas de la monja de Ágreda que también “volaron” más allá de los muros de sus conventos.
“Pero mi novela, que describe esos episodios día a día, trasciende a aquellos incidentes inexplicables del siglo XVII”, nos advierte Javier Sierra. Basándose en una serie de investigaciones que este periodista condujo en Venecia, la novela narra también la existencia de un extraño proyecto desarrollado en los años cincuenta bajo los auspicios de la Iglesia Católica, que pretendía obtener imágenes del pasado. Inicialmente dirigido por un profesor de prepolifonía -es decir, de música anterior al año mil-, aquel proyecto partió de la certeza de que cualquier acontecimiento queda grabado a una determinada frecuencia en las capas altas de la atmósfera y que mediante la adecuada tecnología, esa información puede recuperarse. El papa Pío XII decretó que aquel proyecto -al que se llamó genéricamente Cronovisión- fuera considerado secreto dadas sus tremendas implicaciones sociales, y desde entonces nunca nadie se ha pronunciado públicamente sobre su existencia y actual alcance.
Si a esto, además, se le añade la información relativa a los experimentos conducidos desde los años sesenta por los Servicios de Inteligencia militares norteamericanos que experimentaron con personas capaces de “salir fuera de su cuerpo” y “proyectarse” a donde quisieran para espiar objetivos militares, la trama de la novela se hace irresistible. Javier Sierra buceó en papeles secretos del Ejército los Estados Unidos que demuestran que existió un grupo de “espías psíquicos” en su seno que trabajaron duramente en el periodo de la Guerra Fría con resultados desiguales. Para provocar los “saltos fuera del cuerpo” estos espías utilizaron frecuencias de sonido curiosamente comparables a las de muchos cánticos religiosos del barroco, que bien pudieron provocar ese tremendo aluvión de religiosos contemplativos capaces de desdoblarse. “La posesión de esa frecuencia es de por sí todo un tesoro que unos y otros, tanto en el siglo XVII como en el XX, tratarán de obtener en La Dama Azul”, apostilla Sierra.
Si, como dicen los documentos inquisitoriales del Tribunal de Logroño, sor María Jesús de Ágreda viajó en más de quinientas ocasiones a Nuevo México, Texas y Arizona entre 1620 y 1623, esta mujer debió recorrer los 11.000 kilómetros que separan el Río Grande de su convento en Soria en ocasiones hasta dos veces diarias. ¿Cómo venció esa distancia, dejándose ver a tribus indias como los jumanos o los hopi, sin acusar en su cuerpo los agotadores signos de un viaje de esas características? ¿Quiénes fueron en realidad los “ángeles” de los que dijo sor María que la trasladaron a América sobre un “trono entre las nubes”? ¿Puede una raza de “ángeles” pasar inadvertida en nuestra sociedad, como parece desprenderse de las revelaciones místicas de sor María?
Para responder a estas incógnitas, Javier Sierra viajó en tres ocasiones al suroeste de los Estados Unidos -a él le tocó sufrir más de doce horas de vuelo, con escalas, hasta Albuquerque, en cada ocasión-. Allí recogió abundantes leyendas navajo, apache y hopis que hablaban de “ejércitos azules” bajados del cielo, y de una “mujer con ropas azules” que les predicó la vida y milagros de Jesús de Nazaret antes de la llegada de los franciscanos. Incluso encontró enclaves geográficos, como la montaña rocosa que los indígenas llamaban “the kneeling nun” (la monja arrodillada) cerca de Silver City, Arizona, que testimonian que algo sobrenatural ocurrió en aquellas tierras hace ahora cuatro siglos.
“Seguir de cerca los pasos de la Dama Azul fue tan fascinante como vivir dentro de una novela. A veces, incluso a mí me cuesta discernir qué hay de histórico y qué de ficción en La Dama Azul, y eso es lo que confiere a la narración un cariz tan especial”, afirmaba recientemente Javier Sierra.
Y esa es la esencia de La Dama Azul: una novela basada en hechos históricos inexplicables y salpicada de abundantes datos extraídos de una investigación detectivesca que se desarrolla a medio camino entre España y la región india del suroeste de los actuales Estados Unidos de América.
Lugares importantes de la novela
Ágreda y Nuevo México
El Gobernador Bill Richardson y el Alcalde de Ágreda, Jesús Manuel Alonso, arropados por la Dama Azul y Javier Sierra durante el hermanamiento de Nuevo México y Ágreda.
El 2 de diciembre de 2008, el Estado de Nuevo México y la villa soriana de Ágreda firmaron en Santa Fe, EE.UU., un acuerdo de hermanamiento inspirándose en las bilocaciones que sor María de Jesús de Ágreda protagonizó entre ambos territorios a principios del siglo XVII.
Sólo veinticuatro horas antes de que el Gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, fuera llamado a Chicago por el presidente electo Barack Obama para ser nombrado oficialmente Secretario de Comercio del país más poderoso del mundo, firmaba con el alcalde de Ágreda, Jesús Manuel Alonso el histórico documento de hermandad. En el Capitolio de Santa Fe, Richardson reconoció que la historia de su Estado estaba muy vinculada a las visitas sobrenaturales de sor María de Jesús y que había llegado el momento de formalizar una relación iniciada hacía más de tres siglos.